Con la escena preparada y las piezas en movimiento, el plan de Aelina continuaba desplegándose como un tapiz bellamente elaborado. Su ambición y astucia eran evidentes, y aquellos atrapados en su intrincada red de maquinaciones tenían pocas opciones más que desempeñar sus roles.
Mientras tanto, en una ubicación remota y oculta, una figura envuelta en sombras reflexionaba sobre el mensaje del talismán que acababa de recibir. La palabra era clara: era hora de iniciar la siguiente fase.
Esta no era una persona con la que se pudiera jugar. Conocida solo por su alias, el Maestro de Sombras, ella era una de los agentes más confiables y capaces de Aelina. El Maestro de Sombras era habilidosa en espionaje, recolección de inteligencia y asesinato.
Lo que la hacía aún más aterradora era que esta persona nunca había pisado la Secta Doncella de Batalla. Todas sus pistas, por más antiguas que fueran, no podían vincularse de ningún modo con Aelina o con la Secta.