Mientras el ritmo cardíaco de Mira se estabilizaba, la densa niebla que había envuelto la isla comenzó a retraerse lentamente a su alrededor, revelando el vibrante mundo que yacía oculto en su interior. Estructuras antiguas, que parecían estar moldeadas desde el mismísimo lecho rocoso de la isla, se alzaban imponentes a su alrededor. Estas llevaban intrincados grabados de zorros en diversas poses, algunas combativas, otras serenas, todas portando cierta aura de reverencia.
La aura que la colosal estatua del zorro emitía era más allá de lo que ella había sentido antes. Con la prueba concluida, el entorno tenía una calma casi serena, haciendo que el previo enfrentamiento violento pareciera una distante pesadilla.
Mira observó la estatua. —Entonces, me estabas poniendo a prueba, ¿eh? —susurró, sin esperar una respuesta.
Para su asombro, una voz, suave y antigua, respondió en su mente. «Todo legado requiere un heredero que no solo empuñe su poder, sino que entienda sus profundidades».