Después de pasar horas estudiando y comprendiendo el lenguaje cósmico de las runas, Mira sabía que había ganado algo invaluable. Con una respiración profunda, salió de la Cámara de Runas, lista para ascender al siguiente nivel.
Sin embargo, la salida de Mira de la Cámara de Runas se encontró con una tensión palpable en el aire. Su aura se había intensificado, y sus colas parecían brillar con poder. Ese resplandor era el faro que atraía a los depredadores de la Espiral.
El primero en moverse fue un hombre alto y musculoso con un tatuaje de serpiente enrollándose en su brazo. —Has tomado algo de la cámara, ¿no es así? —siseó Kessar, con los ojos entrecerrados. Él era un cultivador de la Secta de la Hoja Oculta conocido por sus golpes letales, imitando los ataques impredecibles y rápidos de las serpientes. A su lado estaban sus discípulos, cada uno reflejando su postura.
Mira los miró con indiferencia, como si fueran meros insectos.