Con la calidez del reconocimiento de Elysia resonando en sus oídos, Mira avanzó hacia el portal. Sintió una ráfaga de viento y una ligera desorientación mientras el mundo a su alrededor se desvanecía y cambiaba. Cuando su visión se aclaró, se encontró en un entorno completamente diferente.
Ya no estaba rodeada por el vibrante prado y las convergentes fuerzas elementales. En cambio, se encontraba en la entrada de una vasta y desolada arena que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. El suelo era de obsidiana mate, reflejando un cielo sombrío y melancólico arriba salpicado con ominosas nubes de tormenta. Lejos en la distancia, imponentes pilares de luz atravesaban los cielos, marcando puntos distintos en la arena.