—¿A dónde lo llevamos? —preguntó Jiang Yuyan mientras San Zemin estaba en su coche.
—Sería mejor llevarlo al apartamento ya que no podemos llevarlo a nuestro lugar —respondió San Zemin.
—Mmm, y en tal condición tampoco podemos llevarlo a la mansión Lu —comentó Jiang Yuyan mientras la preocupación se dibujaba en su rostro.
San Zemin comprendió la preocupación de su jefa y dijo:
—Dejaré a nuestros hombres allí para que lo cuiden, así que no te preocupes.
Canturreando suavemente mientras miraba la oscuridad afuera, muchas cosas pasaban por la mente de Jiang Yuyan. Recordó las razones por las cuales y cómo había dudado de Lu Feng, pero en algún lugar de su corazón sabía que él no podía hacerlo y quería darle el beneficio de la duda.