Finalmente, todos se sintieron aliviados de que Lu Jinhai aceptara el hecho y no afectara su salud, aunque estaba profundamente triste por dentro. Lu Jinahi sabía que su hijo había partido, pero había otras vidas que lo necesitaban y por su bien, tenía que ser fuerte.
Jiang Yuyan fue a verlo después del almuerzo. Lu Jinhai estaba sentado en una silla de ruedas mirando hacia fuera de la ventana. Al verla, se sintió falto de palabras. ¿De qué debería hablar con ella? ¿Debería consolarla por la pérdida o agradecerle por ser fuerte y ocuparse de todo cuando él no pudo?
—¿Cómo te sientes, padre? —preguntó Jiang Yuyan mientras se sentaba en la silla frente a su suegro.
—Estoy bien. ¿Y tú, cómo estás? Debes estar ocupada con tantas cosas en la empresa.
—Hmm! Pero hay otros que me ayudan, así que va bien.
Después de esto hubo un silencio por un momento ya que ambos no sabían de qué más hablar. Al cabo de un rato, Lu Jinhai rompió el silencio diciendo: