Jiang Yuyan había planeado algo, ya que solo deseaba que Lu Feng hiciera algo por sí mismo, pero poco sabía que él ya tenía planes preparados para él mismo, pero estaba esperando el momento adecuado. Trabajó desde cero sin la ayuda de nadie y dependía únicamente de su capacidad, pero la parte triste era que nadie lo sabía.
—San Zemin, sabes qué hacer, ¿verdad? —preguntó Jiang Yuyna mientras miraba el cielo estrellado desde la ventana de su oficina.
San Zemin asintió mientras Xiao Min preguntaba preocupado:
—Jefe, ¿estás seguro?
Jiang Yuyan aseguró:
—¡Hmm!
—Pero el señor Lu Feng podría estar...
—Lo sé. Simplemente haz lo que te dije —instruyó Jiang Yuyan.
Xiao Min y San Zemin no tenían otra opción más que obedecer a su jefe, y esta era la primera vez que los dos no querían seguir la orden que se les había dado. Solo deseaban que su jefa les pidiera abandonar el plan.