Penny se inclinó hacia adelante sobre la mesa, apoyando los codos en la superficie de madera. Quería hablar con Damien pero parecía que su presencia había atraído la atención de los clientes aquí presentes. No sabía si era por sus ojos esta vez o por su ropa lo que había hecho que la gente dejara de hablar en voz alta y ahora susurrara. La habitación se volvió cada vez más silenciosa y a ella no le gustaba la atención.
Damien, siendo el hombre desinhibido que era, encontró a un hombre mirando a Penny y preguntó —Mi amante es hermosa, ¿verdad?
La bruja negra que había estado mirándola, apartó la vista de Penny para mirar al hombre que había venido con ella. La gente no sabía por qué, pero encontraban a la chica sumamente atractiva, como una deliciosa comida que esperaba ser desgarrada y devorada.
Penny no pasó por alto la manera en que la gente la miraba y eso le hacía erizar la piel con cada segundo que pasaba.