La expresión en el rostro de su niña pequeña hizo sentir a Jin Liwei impotente. Aún estaba un poco enfadado con ella, pero su corazón ya se estaba ablandando. Soltando un suspiro, se levantó hasta quedar sentado de manera que se enfrentaran el uno al otro.
—Quizás... me he estresado sin darme cuenta debido a la carga de trabajo que he tenido últimamente —dijo ella frotando su mejilla contra su mano—. Créeme. Realmente no quise... estallar contra ti de esa manera. Nunca te trataría mal deliberadamente así.
Su pulgar acariciaba su mejilla, provocando una sonrisa tímida en la comisura de sus labios. Al ver que él aún no hablaba, su sonrisa se desvaneció.
—¿Todavía estás enojado conmigo? —preguntó ella.
—Un poco —La honestidad era la mejor política.
Ella puchereó, haciéndose ver tan adorable que él casi se inclina para besarla. Casi. Su mal humor restante lo contuvo de ceder tan pronto ante ella.