Deja que el instinto tome el control

Iris intentó mantener su mirada furiosa, pero falló cuando su boca comenzó a temblar.

—¿Qué dices, señora Jin? —Los ojos de Jin Liwei brillaban divertidos.

Ella resopló, aunque ya se le estaba formando una sonrisa en los labios. —Bien.

Él asintió. —Por supuesto, funciona en ambos sentidos. La esposa también tiene que tomar responsabilidad y satisfacer las necesidades de tu esposo. Y sabes que tu esposo tiene necesidades grandes y voraces.

—Naturalmente —dijo ella en tono irónico—. Eres como un oso grande, salvaje y hambriento. Tienes suerte de que soy joven y enérgica y puedo seguirte el ritmo.

—En. Soy el hombre más afortunado del mundo por tenerte —acarició su mejilla, su toque lleno de ternura.

Ella comenzó a dibujar círculos en su pecho con los dedos. —Dijiste que hay dos cosas que puedo hacer por ti para que me perdones por gritarte y echarte de nuestra habitación. La primera es llamarte esposo. Ya lo hice. ¿Cuál es la segunda?