A pesar de su vergüenza, la Señorita Long Jinjing se sintió más ligera y cómoda después de las alentadoras palabras de Lu Zihao, que le sonaron dulces al oído. Fue entonces cuando se dio cuenta de que él sólo tenía una toalla enrollada alrededor de la cintura. Después de todo, acababa de salir de la ducha.
Las emociones angustiantes que había sentido antes fueron tan abrumadoras que de alguna manera pasó por alto el hecho de que él estaba medio desnudo. Esta era la primera vez que su cuerpo medio desnudo no lograba seducirla y reducir su IQ al nivel de una ameba. Sentía como si fuera un logro. Debería estar orgullosa.
—Ehm... ¿puedes ayudarme a salir de esta manta, por favor?
Él sonrió con malicia. —Me gustas envuelta así.
Ella hizo un puchero. Él se inclinó otra vez para darle otro beso, esta vez un piquito rápido.
—Jinjing, no te preocupes por esas mujeres de mi pasado. No son más que acostones.
—¿Cómo puedes estar tan seguro? ¿No dijiste que no las recuerdas?