Corre, corre, pequeñito

—No te muevas, Xueyi.

Ran Xueyi no necesitaba que nadie le dijera que no debería moverse. El punto rojo que se extendía por donde alguien podría estar disparándole era suficiente para hacer que su corazón dejara de bombear sangre.

Con cada respiración que tomaba, el francotirador podría estar acariciando el gatillo como si fuera el trasero de un bebé. Podrían estar sonriendo, acariciando sus egos sádicos para sacar el miedo primal de la muerte dentro de ella.

—Necesitamos sacarla del alcance del francotirador —dijo Alina.

—Más fácil decirlo que hacerlo.

—Bueno, ¿hay algo más que puedas hacer entonces?

—Estoy pensando.

—Algo más productivo que eso.

—¿Y tú? —Evgenia le lanzó una mirada.

—Apoyo moral —Alina apretó los dientes.