Feng Shufen miraba fijamente a Li Xue, esperando que se marchara. Pero Li Xue negó con la cabeza y dijo:
—Señor Belcebú, ¿puede dejarlos? Hay más por lo que Wen Sying debe pagar. No puedo dejar que se salga con la suya tan fácilmente.
Aunque sabía que el castigo que Feng Shufen había decidido para los dos sería severo, aún no quería que su decisión final llegara sin un cálculo apropiado de sus pecados. Wen Sying la había atacado y a su dignidad, pero además de eso, había tomado la vida de un inocente. ¿Cómo podría dejarla ir sin hacerle realizar eso?
—Solo... —Antes de que pudiera explicar más, Feng Shufen la hizo callar.
—¿No me crees? —Simplemente preguntó y Li Xue pudo negar con la cabeza de inmediato, ya que el hombre aún tenía sus dedos sobre sus labios.
—¿Cómo no iba a creerle? Excepto por él, no tenía a nadie más en quien confiar. —No puedo dudar de ti. Es solo que tal vez no sepas todo lo que ocurrió. Mi hermana, Yenay, ella fue...