Edgar y Clara

Edgar sonrió y le acarició el cabello con su mano libre. —Entonces, me subiré al carruaje contigo.

Clara parecía tan feliz. Con la ayuda de Edgar, se subió al carruaje y se sentó con elegancia en el asiento. Luego, esperó pacientemente a que Edgar también subiera. El hombre ordenó a su subordinado que llevara su caballo a su casa mientras él viajaba en el carruaje con su futura esposa.

—Gracias —dijo Clara cuando el carruaje comenzó a moverse.

—¿Por qué agradecerme? —Edgar levantó las cejas—. Es mi responsabilidad asegurarme de que estés cómoda. Soy tu esposo. No puedes agradecer a un hombre por hacer su trabajo. Es lo mínimo que podría hacer por ti.

—Esposo-a-ser —Clara lo corrigió—. Pero claramente le gustaba cómo sonaba la palabra 'esposo' en su lengua. Se volteó hacia él y lo miró con adoración. Edgar no se había afeitado hoy y su barbilla se veía un poco desaliñada, haciéndolo lucir más varonil de lo usual.