—¿Qué tienes en mente, princesa? —preguntó Julián.
Harlow dejó de comer y solo torcía el tenedor sin pensar. —Ah... no es nada.
—¿No está buena la comida?
—¡No, está deliciosa! —Harlow lo aseguró con una sonrisa mientras empezaba a comer de nuevo. La princesa sabía que no habría podido tener una oportunidad tan grande de sobrevivir en el reino demonio si no fuera por Julián.
—Me alegra —Julián le sonrió con brillo—. Habría sido un problema si no te gustara la comida. El cocinero habría venido pisando fuerte hasta aquí y nos habría echado a la calle.
—¿Qué?
—Es un minotauro —explicó Julián—. Y ama cocinar. Está muy orgulloso de la comida que prepara. También es un individuo orgulloso. No le gustaría escuchar que odias su cocina.
Harlow casi escupe la comida cuando escuchó a Julián hacer el comentario sobre el cocinero minotauro enojado. Ahora no podía quitarse la imagen de la cabeza. Se limpió los labios y bebió agua.