Rafael guardó silencio por un momento. No sabía si podría liberarla después de lo ocurrido. Las acusaciones contra ella eran demasiado graves y él tampoco se encontraba en una posición favorable.
Habían descubierto que robó el polvo mágico y la poción de inmortalidad para dárselos a ella y ahora la acusaban de haber seducido al hijo del rey para robar los artefactos mágicos.
Ni siquiera sabía qué castigo le esperaba.
—Te sacaré de aquí —Rafael tocó gentilmente la mano de Rowena, fingiendo una sonrisa. Vio lo angustiada que estaba y quería hacerla sentir mejor. Añadió:
— Solo espérame.
Rowena respiró hondo mientras miraba su mano sobre la suya y dijo:
— Sí, bueno... no es como si pudiera hacer algo más, Rafael. Estoy en prisión, ¿recuerdas?
Ella soltó una risa nerviosa. Maldita sea. Odiaba tanto este lugar.
Rafael asintió:
— Sí, lo sé, pero no será por mucho tiempo.
—Gracias, Rafael —dijo Rowena—. Lo aprecio.