Mientras era llevada más profundamente por el Río de la Muerte, todos los recuerdos singulares que hacían a Rowena ella misma iban desvaneciéndose, desapareciendo sin dejar rastro en las aguas.
Ella gritó e intentó luchar contra ello, sin querer dejarlo ir.
—¡No! ¡Eran partes preciosas de su vida!
—¿Cómo podían simplemente arrebatárselo todo y hacer que no significara nada? —Se debatía impotente y sin embargo ni siquiera tenía un cuerpo con el cual moverse. No había manera de que pudiera luchar contra ello en absoluto.
Rowena empezó a entrar en pánico pero las burbujas que dejaba su alma empezaron a aumentar en número y llenaron el río entero con espuma de ellas. Cada una de ellas era cristalina al principio pero luego algunas eran coloridas y brillantes y otras oscuras y mundanas.
—¿Un recuerdo feliz de ella cazando su primera presa? —Desaparecido. Un terrible recuerdo de perder algo importante —Se esfumó. Un recuerdo sin sentido que la mostraba almorzando —Ahora estallado.