Rowena estaba realmente feliz cuando la corona de flores tocó su cabeza. De repente se sintió como una verdadera princesa.
Ya tenía una bonita tiara en su habitación, que le había regalado el Rey Draco como obsequio en su decimocuarto cumpleaños, pero no se sentía especial cuando llevaba la tiara incrustada de diamantes. De alguna manera, se sintió más especial después de ponerse esta corona de flores.
Ese día, Rowena se dio cuenta de que el valor de las cosas no se determinaba por el precio que la gente les ponía, sino por lo felices que les hacían sentir.
—Gr-gracias —dijo a Lady Liz con un tartamudeo. Lady Liz sonrió de vuelta, levemente. Ella tenía razón. Rowena realmente quería la corona para ella.
La institutriz no sabía por qué de repente cambió de opinión. Tal vez, quería congraciarse con la princesa para que Rowena la eligiera como una de sus damas de compañía después de que se convirtiera en reina?
No. No era eso.