Rowena miraba a su institutriz y al principio no sabía qué decir. No pensaba que Lady Liz estaría tan preocupada por ella como para dirigirse a la habitación y esperarla. Ahora tenía sentido por qué la mujer mayor había visitado la cocina antes.
Este acto repentino de Lady Liz en realidad hizo que Rowena se sintiera un poco más cercana a ella.
Si Lady Liz hubiera seguido siendo malvada y arrogante a lo largo de estos años, Rowena podría haber mentido fácilmente. Sin embargo, ahora se sentía un poco culpable. La mujer mayor parecía genuinamente preocupada ahora.
¿Qué podría hacer?
—Yo... —Rowena se aclaró la garganta y desvió la mirada. Fingió secarse unas lágrimas de los ojos, que en realidad le picaron cuando el guardia de antes tiró de su pelo, le había dolido.
—Su Alteza, por favor no dude en confesar sus preocupaciones y desahogarse conmigo —dijo Lady Liz con suavidad—. Aunque no puedo ayudarle con la situación de ese ladrón, sepa que soy su confidente de confianza.