El Enfado de La Reina Serena

El Rey de Verona entonces miró hacia la puerta por donde había salido la Reina Serena.

—Y tu hermana... su estado no está nada bien. Lo siento, te he fallado —El Rey de Verona parpadeó para contener algunas lágrimas. Sus ojos escocían, pero se negó a ceder a la miseria.

***

Los pasos de la Reina Serena resonaban en los corredores del palacio. Una frustración abrumadora burbujeaba en su interior. No sabía la razón, pero durante la cena de esta noche, pensó haber visto que «Liam» tenía un sarpullido en su brazo después de haber comido esas ostras. De repente, lo único en lo que podía pensar era en su hermana fallecida.

Gabrielle tenía una estúpida alergia a los mariscos y sus padres y luego Xander siempre complacían todos sus caprichos. Serena era lo opuesto. A ella le encantaban los mariscos, y ahora también a su hijo.