—Habla con tu madre y no ignores mis palabras, Liam —La Reina Serena lo miró fijamente.
—¿Esto... esto va sobre tu matrimonio con padre? —Julián intentó adivinar y recibió otro atisbo de dolor cuando el agarre de la Reina Serena se hundió aún más.
—Lo amo. Amo a tu padre y te amo a ti —la Reina Serena comenzó a balbucear mientras lo miraba—. Eres mi hijo, mi carne y mi sangre... así que, por supuesto, te amo. Pero, ¿por qué tienes que hacerme sufrir?
—Lo-lo siento, madre —Julián intentó decir, pero pareció caer en oídos sordos.
Fuera cual fuera la ocasión, Julián estaba más que preparado para sacarse de cualquier lío. Tenía la cabeza bien amueblada cuando se trataba de peligros y ese tipo de cosas.
Sin embargo, Julián no quería herir a la reina. No era simplemente porque temiera lo que pudiese pasarle si lastimara accidentalmente a un miembro de la familia real de Verona, sino también porque no deseaba lastimar a alguien más débil que él.