Rowena se dio cuenta de que realmente le gustaba tener su presencia a su alrededor. Varias veces le echó miradas furtivas al hombre que disfrutaba de su comida y de lo que les rodeaba, sin ser consciente de que ella lo observaba con interés.
—¿La comida está a tu gusto? —preguntó Rafael—. ¿O encuentras que falta algo? Podríamos pedir algo
Cuando el hombre de repente se volvió hacia ella y le preguntó por la comida, Rowena parpadeó y se quedó helada. Casi se avergonzó cuando él descubrió que lo estaba mirando.
—N-no, no falta n-nada... —respondió tartamudeando—. Todo bien.
Se sonrojó cuando se dio cuenta de que Rafael debió haber notado su mirada y simplemente asumió que algo estaba mal. No era el caso.
Todo lo contrario, en realidad.
—Gracias por invitarme a mi cumpleaños, lo aprecio mucho —dijo Rowena mientras cogía su copa de vino y daba un gran sorbo.