Zu Wan le dijo algo a Tristán antes de entregarle la mano de su hija.
—Tristán, te dejo a mi hija a tu cuidado. Protégela, ámala y hazla feliz. Si la haces llorar, me aseguraré de que los dragones de fuego te persigan por toda la eternidad.
Titania pellizcó la cintura de Zu Wan al escucharlo amenazar a Tristán. Zhen-Zhen miró a su padre impotente mientras Tristán soltaba una risita.
Ya no tenía miedo de Zu Wan, no porque ya tuviera poder sino porque sabía que Zu Wan ya lo había aceptado como su yerno. Zu Wan sacrificó todo lo que tenía solo para salvar la vida de Tristán.
—Padre, no tienes que preocuparte por eso. Cumpliré tu deseo. Protegeré a nuestra familia. Me quedaré a su lado y la haré feliz por el resto de nuestras vidas —aseguró Tristán.
Zu Wan asintió con la cabeza con una sonrisa gentil en su rostro. Él creía en Tristán. Le dio una palmadita en el hombro antes de permitir que Tristán tomara la mano de Zhen-Zhen.