Raine notó a la bestia blanca y a la bestia marrón que se acercaban a ella, mientras que las otras criaturas estaban congeladas en su lugar, incapaces de moverse porque Raine había detenido el tiempo para ellas.
No solo los humanos, sino también las criaturas del infierno.
En este momento, aquellas criaturas que le habían robado su poder, no podían dominar al verdadero dueño del poder al que realmente pertenecía.
Sin embargo, la tarea de Raine no terminaba ahí, ya que el último paso era el más crucial y difícil de todos.
Raine observó a la bestia blanca transformarse en su forma humana y pronto Calleb hizo lo mismo. Torak avanzó para acercarse al ángel guardián, pero Raine levantó las manos para detenerlo.
Mientras tanto, la cara de Calleb se retorcía en disgusto al ver al diablo horroroso, que gemía dolorosamente, llorando sobre su figura. Su figura que nunca cambiaría, pase lo que pase, porque Raine le había quitado su forma humana.