—Él se llevó a mi hija, Raine, no puedo soportarlo —gruñó Torak con ira. Sintió una oleada de calor recorrerlo, lo cual le obligó a emplear todo su autocontrol para poder resistir el impulso de transformarse en su bestia blanca y perseguir a Draghar.
Torak no quería que este momento llegara tan pronto. Solo había tenido a su hija durante diecisiete años y ahora ¿un extraño iba a llevársela? ¿Cómo podía Torak tomar todo eso con calma? No podía pensar en ninguna otra excusa que pudiera usar para tolerar la situación.
Esto no estaba pasando.
Por otro lado, Raine simplemente sonrió al ver lo tenso que estaba ahora Torak. Ella misma estaba sorprendida al descubrir que su pequeña hija había encontrado a su compañero, pero según la ley licántropa, Aurora debería ir a donde su compañero la llevara.
Esa era la ley suprema de los licántropos y nada podía cambiar ese hecho, incluido el propio Torak.