—M-mataste a una persona —comenzó el Señor Scott en su confesión y no era una buena frase para empezar.
—Ella mató a un demonio —corrigió Leviatán mientras miraba con enojo hacia la pareja. Nunca perdonaría a aquellos que habían dañado a su familia y solo había tolerado a la pareja sin decirle la verdad a Elisa solo por no herir otra vez el corazón de su hija.
—Nosotros... no sabíamos que era un demonio. Esa persona... estaba lamentándose en el infierno y tenía una familia completa con él —afirmó el Señor Scott en defensa.
—Puedes culpar a tu ingenuidad e ignorancia pero no a la acción que ustedes dos tenían muchas opciones para tomar —respondió Leviatán con unos ojos juzgadores mientras el Señor Scott y su esposa se quedaban en silencio.