Ian sabía qué respuesta quería escuchar Elisa, que era la verdad. Podía escuchar el sonido de su corazón, latiendo irregularmente tanto por nerviosismo como por ansiedad mientras esperaba su respuesta.
—No lo sé —le dijo Ian honestamente, confesando la verdad—. Es difícil saber si estás maldita o no. Pero tenemos que remontarnos al origen de los demonios para conocer esta respuesta. La mayoría de los demonios están malditos. Algunos llevan una maldición terrible como Caleb o Belcebú, pero la mayoría de las veces, los demonios menores tenían una maldición simple que no afecta su vida. Saber si estás maldita es difícil porque solo unos pocos demonios de alto rango son conscientes de su maldición y otros no, como tu padre y tu abuelo.
Elisa entrecerró los ojos y le dio una lenta afirmación con la cabeza.
—¿Padre y abuelo no conocen su maldición? —preguntó.