Derrumbando-II

Belcebú chasqueó la lengua y le indicó a Esther que se colocara detrás de él. Esther, en cambio, negó con la cabeza. Apoyó la palma de su mano hacia la pared y Belcebú no pudo descifrar el hechizo que ella susurró cuando, de repente, la pared se derrumbó y él se sintió absorbido hacia su interior. Sin dejar rastro, Belcebú había desaparecido del lugar y Esther se quedó sola en el castillo.

Ella salió de la pared con su mano levantada a ambos lados. —Solo vine aquí porque ustedes me secuestraron.

El Cielo pareció sorprenderse por su expresión, donde sus cejas se abrieron ampliamente al escuchar la voz de Esther. Uriel y Miguel suspiraron con el ceño fruncido. —Deberías haber permanecido en esa caja —dijo Uriel, desconcertado por cómo pudo escapar de la caja y volver al castillo.

—¿Y caer a mi muerte? No, gracias —respondió Esther, y en eso Miguel inclinó la cabeza.