Derrumbando-I

Cuando aterrizaron en el suelo, Esther intentó calmar sus nervios erráticos al ver a Belcebú, quien parecía el más enfurecido. —¿Qué hacías aquí? Todos te están buscando. Pensé que habías sido secuestrada y... —Belcebú no quiso pronunciar la última palabra ni quería imaginar en su mente el peor resultado posible que podría haberle ocurrido a ella.

Esther frunció el ceño y lo miró con la misma mirada enfadada en sus ojos. —¿Acaso parezco tan tonta e imprudente para ti? No vine aquí por elección. ¡Alguien me trajo aquí!

Esther luego mordió sus labios para evitar estallar de nuevo. Era por los nervios y el miedo que se acumulaban en sus tobillos lo que la hizo elevar la voz y se sintió culpable, ya que sabía que debería haber agradecido a Belcebú en lugar de gritarle. Suspiró, intentando ser la persona más madura aquí, —Fueron los ángeles, estaban dentro del castillo. Estaba en camino de contarles a los demás sobre esto cuando el Cielo me selló dentro de la caja allá abajo.