Jugando al Tonto-III

Esther golpeó con sus puños la caja donde había sido encerrada. Cuanto más fuerte golpeaba, esperaba que alguien la escuchara. A juzgar por la rapidez con la que los ángeles lograron entrar en el castillo, temía que en los pocos minutos en que había estado encerrada en la caja, los ángeles se habían dispersado por todos los rincones del castillo, listos para derribar el Infierno en cualquier momento.

Y sin embargo, más allá del miedo de que el Infierno fuera invadido por ángeles, Esther estaba más preocupada por el bienestar de la estúpida demoniza con la que había peleado. Afortunadamente, Esther logró aflojar la atadura de su boca. —¡Ayuda! —gritó sin obtener respuesta. Eso le hizo recordar la vez que había estado encerrada en la caja y fue salvada por Belcebú. Al pensar en él, se sintió enojada y preocupada a la vez.