Encontrándote-II

Los demonios la miraron a todos con extrañeza. Sus ojos críticos se apoderaron de toda la figura de Esther, preguntándose qué demonio tendría la osadía de llamar a un demonio de alto rango para solicitar su audiencia.

—¿Invitación? —Esther frunció el ceño, pensando que no tenía eso—. Solo Ian me dijo que debería venir aquí para encontrarme con él.

La habitación entera volvió a quedar en silencio, un silencio mortal.

Cuando alguien, que estaba aturdido, golpeó el vaso de la esquina de la mesa, provocando un estruendo, la burbuja de silencio finalmente estalló.

—Yo... Yo llamaré al Señor aquí pronto, mi señora. Por favor, tome asiento en uno de los cuartos privados. —Laviene —la persona que había atendido su necesidad luego llamó a otro sirviente para asistirla.