Esther siguió a donde Dalton la llevó. Miró a la izquierda y a la derecha del yermo bosque donde los árboles carecían de hojas que le dieran vida. Flores rojas de lobo crecieron sobre el seco sendero bajo sus zapatos.
—¿A dónde vamos? —preguntó Esther, preguntándose cómo Dalton podía encontrar a Belcebú.
Peor que ella, Dalton es humano, alguien mucho más débil comparado con el resto de demonios que viven en el Infierno. Sin embargo, milagrosamente logró pasar un año en el Infierno sin perder ni un solo miembro de su cuerpo.
Esto era un enigma para Esther y solo podía suponer que la bruja de la que Dalton hablaba tanto atesoraba a Dalton lo suficiente como para ayudarlo.
Por no mencionar, que pudo escapar de la casa de apuestas a pesar de que el lugar estaba abarrotado de demonios y sirvientes demoníacos.