Belcebú sintió algo en su interior quebrarse y temblar. Eran sus manos pero también algo más intangible para él. La casa estaba en silencio y el hecho de que hubiera dormido sin darse cuenta de que alguien la atacara solo podía significar que la otra persona había tomado control de casi toda la casa.
Su instinto le decía que corriera. Belcebú no siguió su instinto porque sabía que si corría ahora, se arrepentiría de este momento toda su vida.
Su primer pensamiento fue visitar la habitación de sus padres ya que eran las dos personas encargadas de organizar la casa y de protegerlos.
Sus pequeñas piernas lo llevaron hasta la escalera donde notó sangre a lo largo del camino. Curiosamente, no había ningún cuerpo que pudiera encontrar a pesar de la cantidad de sangre que veía colorear los azulejos a su alrededor.