Culpa manipuladora-I

Esther no tenía palabras para responder. No porque no quisiera, sino porque no podía. Había una tormenta de emociones dentro de ella que retumbaban en todo su ser, causando que se formara un nudo en la parte posterior de su garganta.

—¿Y por qué viniste a mí si querías alejarme? —preguntó Esther—. ¿Y por qué después de todo el esfuerzo que hiciste para apartarme —ella sacó la pulsera de su bolsillo y la lanzó a través de su pecho. Belcebú la atrapó a tiempo—, ¿si vas a pedirme ayuda?

—¿Ayuda? —susurró Belcebú antes de mirar hacia abajo la pulsera de plata en sus manos—. ¿Dónde conseguiste esto?

Esther frunció el ceño.

—Fuiste tú quien la colocó en mi ventana.

—¿Esta pulsera? —preguntó Belcebú, avanzando un paso para urgir su respuesta—. ¿Encontraste esta pulsera en la ventana de tu habitación?

Esther estaba confundida por su desconcierto.

—¿Sí? —Y se dio cuenta de que no había sido Belcebú quien había colocado la pulsera frente a su ventana—. ¿Qué pasa?