Un beso en la oscuridad-III

El sabor de sus labios era fresco para Esther. No era la primera vez que besaba a una persona, pero sí era la primera vez que conocía los labios de Belcebú.

Su beso comenzó despacio, pero como alguien que hubiera probado agua después de años en un desierto, sus labios empezaron a devorarla.

Esther intentó apartarlo de inmediato, pero Belcebú fue mucho más rápido que ella cuando agarró sus manos y las empujó sobre su cabeza. Su lengua lamió su labio inferior que intentaba sellarse.

—¿Por qué estás nerviosa? —preguntó Belcebú, besando suavemente el costado de su mejilla, pero la salvajidad de sus ojos rojos advirtió a Esther de que esto era solo una manera de atraerla a su trampa.

Esther pensó en hablar, pero si lo hacía, podía sentir que sus afilados dientes tomarían un delicioso bocado de sus labios.

—No es nuestra primera vez, ¿verdad? —Los ojos rojos de Belcebú admiraron a la mujer que estaba frente a él. Incluso en sus sueños, Esther le parecía tan hermosa como siempre.