Belcebú se vio obligado a saludar a las personas a quienes no recuerda ni conoce. Con su padre justo a su lado, no pudo quejarse y mucho menos permitir que su sonrisa se desvaneciera de sus labios. Parecer un buen chico no era exactamente difícil ya que tenía que actuar de la misma manera todos los días al encontrarse con su padre.
Más invitados llegaban y Belcebú se sentía extremadamente harto de los invitados que no dejaban de alabarlo sin contexto alguno.
Curioso, Belcebú echó un vistazo alrededor del lado de su madre y padre para buscar a su tío, cuando se dio cuenta de que su tío había desaparecido de la sala de fiestas.
Se le aceleró la sangre y casi de inmediato, Belcebú huyó hacia el invernadero, ignorando a su padre que estaba sorprendido llamándolo por su nombre.
Una vez que llegó, Belcebú golpeó la puerta para abrirla, entrando para ver a la mujer humana sentada en el suelo, mirando fijamente su ropa que había estado cosiendo.