Esther y Belcebú se marcharon después de eso. El silencio los estaba matando, pero Esther no quería darle más vueltas a Belcebú. El simple pensamiento de él podría cambiar su estado de ánimo, haciéndola sentir estúpida por dejarse influenciar cada segundo.
Sus acciones tiraban de las cuerdas de sus emociones, pero Belcebú había dejado claro que no estaba interesado en ella.
Esther no era alguien suficientemente descarada o tonta como para dejarse influenciar por un hombre que la había rechazado.
Su corazón aún le dolía de dolor cada vez que pensaba en el desinterés de Belcebú hacia ella, lo que solo le probaba que su amor no podía simplemente desaparecer en una sola noche. Irónicamente, Belcebú perdió su interés por ella en un fugaz segundo de días.
Esther había estado caminando mientras ignoraba sus piernas cansadas. Cuando subió las colinas más altas, sus piernas perdieron su energía de repente, haciéndola resbalar y casi caer.