—Esto de nuevo —pensó Esther—. Tratándola dulcemente y luego alejándola. Dándole gentileza, mostrando solo su actitud tierna, pero cuando ella viene a confrontarlo acerca de sus sentimientos, él la rechaza fríamente.
Enfadada por su actitud que causó que su corazón saltara, Esther levantó su otra mano para abofetearle las mejillas, pensando que esto traería a Belcebú de vuelta a la sobriedad.
Pero sabiéndolo, Belcebú atrapó su mano, poniéndola sobre sus labios y besó sus nudillos suavemente.
—¡Para! —gritó Esther, pero sus palabras fueron como echar aceite al fuego, parecía que solo había avivado a Belcebú para plantar más besos en sus dedos.
—¡Belcebú! —Esther llamó su nombre para detenerlo.
Belcebú se rió entre dientes. —¿Qué pasa? —La miró con una sonrisa—. No me llames Belcebú, me hace sentir como un extraño para ti.