Culpa manipuladora-III

Belcebú evitaba sus ojos de Esther durante todo el viaje en carruaje, y eso era solo cuando ella miraba en su dirección. Ambos no intercambiaban miradas, pero podían sentir la atracción de la mirada del otro, donde se robaban vistas mientras evitaban encontrarse directamente.

Dalton era el único que lo veía y se sentía incómodo. Aunque no podía verlo, podía sentir la tensión ardiente en el carruaje.

Cuando bajaron del carruaje, los ojos de Esther se encontraron con los de Belcebú, quien levantó su mano como para ofrecerle bajar antes que él.

—No seas amable —pensó Esther para sí misma—. Cuanto más amable era Belcebú con ella, más sentía su corazón punzado de dolor.

Esther permaneció en silencio al dejar el carruaje, pero su expresión de dolor no pasó desapercibida ni para Belcebú ni para Dalton. Como Venervy no estaba con ellos, el camino que tomaron hacia la iglesia fue extremadamente silencioso.