—Aunque pensé que tendrías experiencia, parece que estás lejos de ello —susurró y Esther observó cómo él lamía sus labios inferiores como si quisiera reclamar el rastro de sus labios, pareciendo como si no hubiera tenido suficiente de ella.
—¿Me estás tomando el pelo otra vez? —preguntó Esther con el corazón hundido por su suspiro y su risa.
—Seguramente no pensarás que el hombre que amas es tan bastardo ¿verdad? ¿Por qué te tomaría el pelo de manera tan malvada, Esther? Piénsalo, ¿alguna vez te he herido? —dijo Belcebú con una ceja levantada.
—Lo hiciste —respondió Esther con los ojos entrecerrados y de manera desafiante.
—Era inevitable, querida. No quería que te convirtieras en algo precioso para mí porque sabía que una vez que lo hicieras, serías nada menos que mi propio corazón. Tenía miedo —rió Belcebú, recordando que Esther se refería a su última conversación en la que él deliberadamente la había alejado.