—¿Qué demonios? —dijeron dos de los Asuras Espinosos en shock mientras miraban a Zeras levitando, quien emanaba una cantidad sobrenatural de poder.
—Resistir un minuto. ¿Resistir un minuto, dices? —dijo el Asura más pequeño con una sonrisa malévola mientras el espacio a su alrededor temblaba, antes de que se abriera en grietas.
Instantáneamente, sus manos con garras se movieron hacia el vacío colapsado del espacio, sacando algo.
Era una lanza, de cinco metros de altura, ardientemente roja, e inscrita con varias runas rojo sangre.
La punta goteaba sangre, y al sacarla, el cielo y el aire aullaron.
Una ilusión de agonía desgarradora y cuerpos despedazados apareció alrededor del área, seguido por una presión sobrenatural, maligna y sofocante.
—RIIIIIIIIP... RIIIIIIIIIP... EIIIIIIIIIIP!