Pecho

Atticus observaba su reflejo con una mirada tranquila. Se estaba dando una buena mirada antes de partir hacia la guerra.

—Damn…

Mientras lo hacía, Atticus no pudo evitar admirar todo su aspecto. Su piel era perfecta, su rostro tan increíble que parecía haber sido esculpido por las manos de un dios. Su cabello parecía seda, y su altura...

Atticus era alto. De hecho, era poco decir que era alto. Por su altura, habían tenido que ajustar la puerta de su habitación para acomodarlo. Por suerte, el techo de por sí ya era alto.

Y su presencia parecía serena, tan pacífica que podría calmar las mentes más ansiosas.

—Deja de encandilarte contigo mismo, compañero. No eres ni la mitad de guapo que yo

Atticus escuchó internamente el comentario sarcástico de Ozeroth. Se burló.

—Por favor, lo único que tienes a tu favor es tu perilla, la cual sé que recortas prácticamente cada segundo.

—¡Retira eso! En el reino de los espíritus, las mujeres se mojaban solo con estar en mi presencia!