Los ancianos de los Evolari miraban a Zenon con miradas intensas. Su reina acababa de colocar el destino de su raza en sus manos, y aunque ninguno de ellos dudaba de la sabiduría o perspicacia de Zenon, esto no era un asunto menor.
Esto lo era todo.
Su decisión moldearía el futuro de los Evolari.
Zenon exhaló profundamente, y sus ojos se volvieron firmes mientras miraba a Jenera.
—Mi reina… —comenzó—, con todo respeto, sólo tendría sentido que la decisión final viniera de usted. Nos ha liderado durante décadas sin fallos, ni una sola vez. Su juicio ha preservado nuestra raza a través de sequías, traiciones y guerras. Pero… —hizo una pausa, lanzando una mirada a los ancianos—, aun así hablaré mi mente.
El viento se agitó suavemente alrededor de la plataforma mientras continuaba.
—Cuando llegué por primera vez al campamento militar… Atticus Ravenstein ya era la persona más poderosa allí. La mayoría no se dio cuenta, pero yo sí. Y él también.