Algunas familias se habían encerrado en sus casas, abrazando a sus seres queridos, rezando en silencio.
Otras encendían balizas y faroles, usándolos como llamas de esperanza, creyendo que la humanidad perduraría, sin importar lo que viniera.
Sin embargo, el que tenía sus vidas en sus manos los miraba sin ningún atisbo de emoción en su mirada.
Vio a la gente corriendo, escondiéndose, vio su miedo, pero sin importar cuánto tiempo mirara, simplemente no podía hacer que le importara.
Desvió la mirada de ellos y miró hacia los cielos.
Allí, las tres enormes naves de guerra pertenecientes a los Dimensari, los Vampyros y los Dragones que se habían estado escondiendo detrás de las nubes, ahora habían emergido, flotando abiertamente en el aire, esperando.
Esto solo intensificó el miedo que surgía entre los humanos abajo.
Atticus sintió múltiples presencias acercándose desde atrás, seguidas de una voz cargada de preocupación.
—Hijo, ¿estás seguro de esto?