La sonrisa de Seraphina regresó, sonando gentil. —No digas eso, cariño. Soy yo quien te falló. Debo haber hecho algo mal… para que tu madre acabara de esta manera.
Miró directamente a los ojos empapados de lágrimas de Zoey.
—No puedes darte por vencida ahora. Tienes tanto por vivir. Tanto por lograr. Eres fuerte, cariño. Siempre has sido fuerte. Puede que no esté aquí por mucho tiempo… pero aún tienes una oportunidad.
Cada sílaba apuñaló el pecho de Zoey. ¿Por qué parecía que Seraphina estaba diciendo sus últimas palabras?
Entonces Seraphina continuó:
—No me importa cuán poderoso sea el Rey Espíritu. Lo que importa es que es tu cuerpo, Zoey. Nunca dejes de luchar.
De repente, la multitud arrodillada comenzó a brillar, pulsos de luz púrpura elevándose de sus cuerpos con cada segundo.
La presión en el aire se espesó. Zoey sintió la presencia del Rey Espíritu intensificarse, presionando más fuerte sobre su alma.
«Ríndete.»
«Ríndete.»
«Ríndete.»