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Esa noche, Eldoralth estaba inusualmente frío. Y silencioso.

No había contaminantes, ni sonidos de innumerables aeronaves cruzando el aire. No había ciudades bulliciosas. Ni personas bulliciosas.

Los sobrevivientes seguían conmocionados por los eventos del día, y el enorme espacio que ahora ocupaban estaba casi silencioso, solo el ocasional susurro resonaba débilmente.

Era como si la gente tuviera miedo de hablar, temerosos de que otro poderoso apareciera de la nada y amenazara con matarlos.

Muy lejos del gran asentamiento, una figura flotaba alto en el cielo, observando el enorme agujero que el Rey Espíritu había dejado atrás.

Atticus estaba sumido en sus pensamientos. Pero no podía evitarlo, las noticias que descubrió hoy eran simplemente tan locas.

«Podría estar tratando de meterse en tu cabeza», dijo Atticus, con los ojos aún entrecerrados hacia el agujero de abajo.