—Ricar... Ricar... ¡Ricar! —gritó Beatrix mientras sacudía su cuerpo, pero no hubo respuesta. Todavía podía sentir tan solo restos de Qi emanando de su cuerpo, y sin embargo, continuaban desvaneciéndose. Las lágrimas rodaban por su rostro incontrolablemente mientras caían sobre el cuerpo sin vida de Ricar.
Se había enfrentado a tiempos difíciles con Ricar, quien siempre había sido duro con ella. Él la había guiado en el camino de la Facción de la Luz, asumiendo la responsabilidad de cuidarla cuando su padre y madre habían fallecido luchando contra la Facción Demonic.
Él había reprimido toda su ira y la convirtió en una paz tranquila. El hombre más cercano en su vida era él. Quizás él no había sentido lo mismo, ya que Ricar tenía muchos discípulos e innumerables otros dentro del clan de los que tenía que cuidar.