A La Academia de Magos

Esa noche, todos durmieron en la mansión de Alen, y fue fácilmente el mejor descanso que habían tenido en años.

Los cojines eran mullidos y suaves, las sábanas lisas y cálidas con un aroma reconfortante, y los colchones mismos estaban regulados por un encantamiento mágico, siempre ajustados a la temperatura perfecta para dormir.

Más que nada, sin embargo, la paz y tranquilidad era lo que hacía que se sintiera como un sueño. La mansión estaba alejada de la ciudad y del resto del mundo. No había sonidos distantes de peleas, ni animales aullando, solo un silencio sereno, permitiéndoles a todos dormir profundamente y despertar sintiéndose más renovados de lo que creían posible.

Por la mañana, uno por uno, se reunieron abajo, atraídos por los ricos olores que venían de la cocina, donde varias sirvientas ya estaban preparando el desayuno.

—Demonios… esto es malo —murmuró Liam mientras tomaba su asiento en la larga mesa de comedor.