El corredor resultó ser toda una anomalía. A pesar de su inmensa escala y la potencial amenaza que representaba, no había defensas visibles ni barreras que impidieran al mundo exterior irrumpir. La ausencia de cualquier medida de protección era inquietante, como si el corredor existiese en un reino propio, desconectado del orden natural.
A medida que el grupo avanzaba con cautela, el entorno seguía inquietantemente despejado. No había señales de actividad, ningún guardia y ninguna indicación de que alguien más hubiera cruzado este pasaje... aunque no era realmente un pasaje. Daba la sensación de que el corredor existía en aislamiento, perturbado por el caos y la vida fuera de sus límites e incluso por los efectos del tiempo, ya que ningún polvo o suciedad cruzaba la gran apertura de este.