Rain observaba con calma los ocasionales errores de Elisabetha en la batalla. No sentía ni ira ni frustración hacia ella por los errores cometidos durante el enfrentamiento con la entidad monstruosa. Sin embargo, Elisabetha, consciente de las posibles consecuencias, se sentía algo molesta.
Elisabetha conocía el peligro que conllevaba desbloquear el camino de un pecado capital, especialmente la ira. El poder asociado con tales emociones podía ser embriagador y corruptor, reflejando el peligroso atractivo de los dragones. Mientras que las intenciones de Rain seguían siendo nobles y centradas en proteger a otros, Elisabetha no podía dejar de preocuparse de que el poder abrumador de la ira pudiera conducirlo por un camino sin retorno.